martes, 18 de marzo de 2008

Al Don Pirulero


Te estoy hablando de la posibilidad de ser otra cosa, de poder estar allí en donde no se puede estar, de poder sentir aquello que eso o ese siente. Ayer hice una sopa, por ejemplo. Tiré el caldito al agua hirviendo, y luego tuve bronca por no poder estar allí dentro, como el caldito, deshaciéndome. A veces me enojo por no tener la posibilidad de tener otras experiencias: como la de ser el vapor que sale de la bañera, el que se va pegando en el techo y lo humedece, y después se convierte en musgo verde. Sí, me gustaría ser esa textura suave y resbalosa.
Pero no, no es sólo un anhelo. Hablo de estar ahí, de convertirme, de poder ser pequeñísima, ínfima, o de tener sensaciones de otras especies, de poder estar en su “piel”: quiero sentir el dolor que recibe una planta cuando se le corta una hoja, quisiera saber cómo es marchitarse. Estoy pidiendo ser. Quiero estar en el interior de una nube, cuando rompe y hace llover, quiero saber cómo sería estar dentro de un pan cuando leva, cuando la masa crece y se estira (¿dolerá?)
Quiero tener memoria suficiente para acordarme qué es lo que sentí cuando una vez fui bebé, porque miro mis fotos y no me reconozco. No puedo creer que esa haya sido yo. No lo entiendo. Veo a mi mamá, su vientre: ¿realmente estuve ahí?
Quiero saber si se piensa al morir, quiero saber cómo es que el cuerpo se muere. Tampoco comprendo.

Maté un bicho anoche, una cucaracha pequeña que caminaba apresurada por la mesada. La vi, y la maté con furia. La aplasté con un zapato, y un líquido tibio salió de su cuerpito frágil. Creo que lo disfruté. ¿Por qué lo hice? Me quedé un rato, mirando. “¿Por qué?” Me acordé que la abuela de una amiga murió el jueves. Pensé en ella, en el preciso instante en que dejó de latir su corazón. (¿Se habrá dado cuenta?) Y después miré a la cucaracha, que en tan sólo un segundo fatal, dejó de sentir sus diminutas patas, a causa de mi enojo repentino, de mi antojo destructor.
Soy mala. Eso siempre lo supe. Soy mala. Disfruto haciendo daño, y soy egoísta. No me gusta compartir, y si lo hago, es porque moralmente parece estar bien eso. Quisiera que pudiéramos tener la facultad de ser sinceros, sin tener que padecer represalias, como para decir esto sin culpa, por ejemplo.

Entonces, razono, y comprendo que me gustaría vivir nuevas sensaciones y experiencias, me gustaría poder metamorfosearme, ser agua que cae de una canilla, que lava, moja, y después pierde su rumbo en una alcantarilla cualquiera.

Me gustaría no tener conciencia, vaciar mi memoria, no soñar. Volverme idiota, ser la baba que caería de mi boca.

También quisiera participar de un accidente de auto. No digo morirme, sólo conocer qué se siente salir despedido por el parabrisas, qué sensaciones se tienen, si existe el miedo o no. Esas cosas. Sí, hay otras que desearía hacer, qué sé yo... sacar una cuenta de dividir sin tener que recurrir a la calculadora, saber manejar en la ruta, hablar muchos idiomas. Cosas que se aprenden, pero que no quiero aprender.

¿Algo más... difícil? ¡Ah! Sí. Todavía tengo el sueño, de que el ser humano se pueda transformar según necesidades distintas. Por ejemplo: si me duelen mucho las piernas, desearía tener la alternativa de quitármelas, hasta que las vuelva a necesitar. A veces camino mucho, o simplemente hay humedad, y las piernas empiezan a dolerme profundamente. Me baño, me acuesto, me masajeo, y no: todo sigue igual. Tengo que seguir sufriendo. Me pregunto porqué...
O, no sé... el sistema de locomoción que nos tocó en suerte: caminar o correr. Deberíamos contar con otras opciones, no artificiosas como el auto, sino que se me ocurre, podríamos desarrollar una especie de rueditas -tipo patines- que salieran de las plantas cuándo nos urgiera ir a algún lugar, o cuando simplemente nos hayamos aburrido de mover los pies en forma voluntaria. De no ser posible esta idea, pediría una piel deslizante, como la de las serpientes, para poder reptar.

Esas cosas son las que creo, mejorarían la calidad de vida, o mi calidad, al menos.

A veces estoy tan triste, que no quiero ser, que no puedo continuar, que es hipócrita seguir teniendo esta cara, y seguir mirando como si viera.
A veces estoy tan triste, que quisiera no tener alma, o cerebro, o conciencia de las sensaciones que genero.

Sólo se puede pasar el tiempo. Aguantar hasta que llegue la muerte con alguna respuesta o con ninguna. O jugar, como ahora lo estamos haciendo. A que me preguntás y contesto. A que hablo y parecés escuchar. A hacer de cuenta que te importa. A imaginar que digo sólo palabras que no duelen. A que no duele. A que no siento.
(2001)

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