lunes, 27 de octubre de 2008

Señora Bin

Me despierto porque siento el aplastamiento. Tengo encima a la Señora Bin, a la Señora Bin sobre mi cuerpo, pisando mis órganos, con sus zapatos de taco cuadrados. A la Señora Bin, vestida con trajecito azul, cartera negra y paraguas.
¿Y qué pasa?
Que es absurdo que se haya metido con semejante atrevimiento en mi pieza y se suba encima mío, clavando sus tacos en mi cuerpo. Tiene cierta inestabilidad emocional y física. No, no. Váyase de aquí.
(se mueve un poco. Parece avergonzada)
Váyase.
Por favor. Su cartera se abre,y desparrama sobre la cama un montón de pañuelitos descartables y frascos de globulitos homeopáticos que se apura a juntar y a guardar. Ya está Señora Bin, váyase por favor. Pero ella más nerviosa, trastabilla, se tuerce el pie y es un esguince y llora y me mira, y suplica algo que no se entiende: que su hijo, que su casa… no la entiendo ¿cómo hizo para entrar aquí? Se sienta en el extremo derecho de mi cama y balbucea algo mientras llora y moquea. Es todo muy confuso. Váyase, no le entiendo, y ella que murmura algo inaudible y pareciera que desgarrador. No le entiendo. Estoy agitada, un poco dormida aún. Veo entre sueños la puerta cerrada de mi escuela primaria, ese camino hasta la escuela que en la noche siempre se aparece tenebroso, eso y la historia del pozo ciego en el baño de las mujeres que se tragó a la alumna en 1930. No entiendo, Señora Bin… le ruego algo… Ella se descalza, se saca el sombrero.
La veo después en enagua.

Me rodea. Cierra las ventanas.

En penumbras advierto una bicicleta antigua apoyada en un extremo de la habitación, ahí, cerca de la puerta. Es la bicicleta azul de la Señora Bin. Siento su presencia, su invasión. Me levanto disgustada: ¡está aquí y en enagua! Quiero que se vaya. Váyase Señora Bin. No la quiero aquí, me asusta. Ella se ríe ahora. Váyase… pero ahí su valija: desbordada de cosas. (Planea quedarse) Váyase ¿qué busca?

Cierra la puerta con llave.

Yo también estoy en pijama. Aquí las dos, en ropas íntimas. Esto es absurdo. Su cara rosada y pecosa, gorda inglesa blanca, me da miedo. Me da miedo el color verde, el cuarto a oscuras, la puerta de la escuela primaria clausurada con candado. Váyase Señora Bin. Olvídelo todo. A tientas busco mis pantuflas. Poca luz natural. La Señora Bin enciende una lámpara. En la habitación no sólo está la bicicleta: su perro atado a la pata de la cama, la valija, un anafe, la sillita de madera de su hijo… lo sé: vino para quedarse.
Me acerco a la valija. Me empuja, se sube a mi espalda como al principio. Estoy doblegada. Me arrastro. Grito: ¿Qué pasó? ¿qué hizo el gato? La Señora Bin abre la puerta. Vuelve a empujarme. ¿Qué pasó? ¿Qué hizo ahora? Cierra con llave y me deja afuera.

1 comentario:

mileto dijo...

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Saludos

Carlos