sábado, 7 de marzo de 2009

Hija latina


Higa Ijena tremebunda trepa oblonda su muerte el árbol latino de la corrupción y la impunidad. Punitiva, perezosa, punguida y perenne, ríe riendo notas verbenas en calles oscuras y dolorosas.
Camina asustada, corazón encendido, en la noche turbia de calor marabino. Marabunta, hormiga alocada, carcome y remoja andanzas pueriles.
Higa Ijena, hija moraleja, morena y motuda, pies de cobre como ollas, cocina maíz en la plaza querida. Cuatro sombreros la recorren; ocho manos la acechan, y en papelitos groseros de color beige turquesa e indecible bravura, sirve hedionda la comida digna y humilde que le es noble dar.
El pueblo se regocija cada noche todo lo que puede relamerse. Se revuelve y enrosca en el cuenco popular, vasija de barro, en donde más de uno deja una pena, otro un diente y otro una sortija. Revoltija botija de pico pico tija de pomporirá.
Higa Ijena de pico pico ajena, suena en la madera, podrida y verduzca, labrada por el río que escupe sus intimidades a boca de jarro en luna llena completa.
Cuatro sombreros los rodean, ocho manos con saliva. La enrostran, la enroscan y después la dejan sola cocinando mazamorra.

No hay comentarios.: