viernes, 28 de agosto de 2009

Césarea

Una serpiente me descompone el alma. Traté con medicina ayurvédica y té de jengibre. Pero mi sombra se hizo más grande y oscureció media parte de mi rostro.
Dolores en la columna vertebral.
Algo abajo ahí abajo alojado
Un parásito.
Dolores matinales muy fuertes. Duras náuseas. Mareos de barco.
Anoche caminé por la cornisa de mi cama. Mis manos amarillas hacían equilibrio con un paraguas.
Temblores de los geopolíticos me removían las tripas. Y llamé al médico. Y tenía un parásito.
Una serpiente marina está descomponiendo mis palabras. Tengo un huésped en mi espalda. Me aplasta el nervio y me enceguece. Veo sopas e insectos azulinos que la nadan.
Hay que operar
juega la lana
Olor a alcohol y a bisturí quemado
se enreda la ronda romboidal
Ocho vueltas en la cama, y las ovejas no negocian
veo pijamas, lémures, luciérnagas
Aúllo de dolor. La luna sale roja
y rojos rojos en los ojos
Boca abajo e incisiones. Saquen al monstruo de mi espalda.
Aúllo de dolor, y por fin doy a luz al salvaje.
Por mi vértebra número doce, asoma la cabeza del pequeño reptil dorado.
Escupo algo espumoso. Se desinfla mi cabeza.
Ya está, ya sale.
Respiro hondo.
Es una hermosa cascabel azul. Sangra por mi eje la blandita. Lloro como una madre enternecida.
Ya está, ya salió. Era el parásito.
Me siento vacío, aliviada.
El bicho me abandona, y después muere.
Adelgazo.

No hay comentarios.: