miércoles, 3 de octubre de 2007

Hombre y obra


Quiero hacerte sombras para que puedas tener más relieves, porque te veo así, tan chato, tan preciso, tan lineal... que me dan ganas de destruirte para volverte a recomponer, pero te miro después del enojo y de la paliza que te di y tu desfiguración no me gusta porque ahora las líneas se confunden con algo del paisaje y con otras cosas aleatorias que aparecieron sin que yo quisiera, y no deseo que esto esté fuera de control, ni que se me vaya de las manos, pero vos sabés: mis manos son livianas y dejan escapar lo que agarro. Mis manos resbalosas... en ellas no se puede confiar, no tienen la fuerza para retener o para matar. Son débiles, lábiles, estúpidas a veces. Y se quedan así... vacías, porque no son capaces de quedarse con lo que atrapan. Pero no importa, no hablemos de eso ahora, pues es más urgente que haga algo por vos, que estás sangrando y perdiendo la forma. Ahora me parecés un monstruo. No reflejás lo que yo quería crear, o a lo mejor con esa cara que presentás estás diciendo algo más de mí que yo no sé... pero no me gusta lo que veo y no te voy a pedir perdón aunque yo te haya hecho así. Y tomo esta actitud porque igual te vas a quedar inmóvil, y entonces yo te voy a odiar más por no haber sido como quería y como necesitaba, pero no puedo con todo. Es mejor que te borre, que te haga desaparecer o que te vuelva a pegar tanto hasta que ya no seas nada. Me quedo con tu material, pero no con tu esencia. Es mejor que tome una decisión ya. Fuiste mal engendrado y no creo que te recompongas. Vas a tener una vida desafortunada si te dejo vivir. Ahora sí, perdón: no soporto lo que no es bello y mostrás lo peor de mí. Te voy a tener que destruir. No soporto verme horrible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es genial!!cuantos nos vemos reflejados con tus palabras..te felicito!!