martes, 2 de octubre de 2007

Mi perro tártaro

Aquí le traigo a mi perro. Estoy un poco preocupado, ¿sabe? pues está fumando más que antes. Mírele sino los dientes: están amarillos por la nicotina. Y además ahora tose. Anoche tosió muchísimo, ni siquiera me dejó dormir. Como a las cuatro de la mañana me levanté para ver qué le pasaba al desgraciado. Sí, no me mires así Alberto, sos un desgraciado. ¿Ve? Esa cara me pone. Todo el tiempo lo hace. Para conquistarme. Así fue que compartimos el primer cigarrillo. Al principio me pareció divertido, pues era una buena compañía para mí. A los dos nos gustaba sentarnos en el balcón a la noche, después de cenar, a fumarnos un puro. Nos quedábamos mirando a las estrellas por horas, y de vez en cuando descubríamos algún que otro satélite. Eso en los veranos. Eran tiempos lindos... pero ahora él está viejo (yo también un poco) y agarró el vicio, y no es como antes. Ya no es agradable verlo así. Ya no compartimos momentos de paz. Él está molesto, y nervioso, y se agarra pulgas en el parque. Anda preocupado parece, y se tomó la manía de robarme los cigarrillos. Porque antes se los convidaba yo, o los comprábamos a medias, pero después tuve que empezar a esconderlos para que él no se volviera adicto, pero se me fue de las manos, sí. ¿Lo ve? Ahora me mira así porque estoy diciendo cosas que lo avergüenzan. Es que sí, le tiene que dar vergüenza: a su edad ya se tiene que empezar a cuidar un poco. Como usted me dijo la otra vez, estoy tratando de darle menos carne y menos grasa. Ahora: del alcohol y del cigarrillo, todavía no podemos hablar aunque a mi gustaría que comenzáramos ya mismo, con esta visita que le hacemos. Él aceptó venir y sabe que tiene un problema, un problema de ansiedad grave. Fijese, fijese cómo tiene los pulmones, y los ojos desencajados. Por favor toquele ahí, y explíquele cuáles son las consecuencias si no deja el pucho. Y vos escuchá bien Alberto, así después no tenemos que discutir más en casa. Es que discutimos mucho últimamente. ¡Como es la cosa! Porque él parece entenderme a mí, pero yo ya no lo interpreto. Está viejo este bicho ¡qué le vamos a hacer! Ya estamos viejos los dos.

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