jueves, 8 de mayo de 2008

Pero mañana

Aquí perdida, atrás de todo, mutilada, medio ciega. Un zumbido en el oído, una vibración fuerte en el pecho. Desmigajada, desafinada la mandolina llora una canción en el medio de la noche, y el perro del vecino aúlla, se murió alguien. Ventanas frías, vidrios fríos. Algo que se encierra ahí en el fondo. Es más simple: es una vena, una venita que te salta ahí en la frente ¡y zás!, y ya, y adiós. Mejor dormir. Eternamente, dormir. Sí, un día a vos también. Pero mañana, vas a levantarte y va a ser otro día de otoño, uno más que se le caiga al año y el reloj dará otra vuelta y el péndulo te llevará otra vez allá. En la otra orilla del adoquín, un zapato descansa y tiene un cordón azul ¡y qué linda es esa imagen! Un zapato viejo, que podría ser un paraguas, una valija, algo así de triste y de viejo, y tan del tiempo… pero que es un zapato y con un lazo azul, que ilumina esa calle y mi rostro. Y me lleva el zapato… ¡tan lejos!, que juego con él, soy una nena que salta a la soga, y se ríe gratamente, amplia, con una bocota llena de dientes, y qué linda la nena que quedó allá lejos, sonriendo en ese tiempo que siempre será cálido, en el que siempre habrá una hamaca verde moviéndose, y una abuela de lana preparando la leche de la tarde, y no importa en dónde estén ahora ellos ni mis tacitas de juguete, porque el pecho tibio lo sigo sintiendo y puedo volver ahí en sueños, y a los recuerdos los tengo colgados de mi piel, y tal vez esté hecha de ellos. No importa cuán lejos se vayan las cosas. Yo persigo como los pájaros, y a veces los encuentro. Y cuando no, cuando me pierdo, me trae una hoja, y entonces allí en el fondo, machucada pero no vencida, hago brotar palabras y todo florece otra vez, una vez más
y otra
Y otra
Y así
La vida.
Así.

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