Y era
espantoso, venían de a miles por todos lados. Yo estaba triste, no hacía más
que pegarles con un palo que se llenaba de sangre, que me raspaba las manos,
que me enrojecía, que me dejaba tan sola ahí en medio, luchando contra ellas,
contra la nada, contra mí.
Una
vuelta y sus hocicos.
Otra
vuelta y sus patas.
Mis
ojos llenos de terror.
Se me
caían las lágrimas.
Se me
rajaba el vestido.
Me
picoteaban.
Me llenaban de golpes.
Me
duelen las piernas, la cabeza, el corazón.
Pará no
pienses, dejá de pensar. Peinate.
Agarro
un cepillo y lo deslizo por mi larga cabellera con dulzura. Tengo las manos
heridas, así que lo hago muy despacio. Las yemas desgarradas, me cuelga la
piel. Tranquilizate.
Sí.
Respiro. Hay un momento de paz un silencio o estoy aturdida o me quedo sorda o
no quiero oír ese silencio espantoso de la soledad.
Hay silencio, y están cerradas las ventanas. Están afuera. Ya no van a
venir.
Me voy
a sentar a tomar un té de manzanilla. No te rasques.
Mejor
me ato las manos o me sofoco es lo mismo. O escribo.
Voy a
pensar en vos. O me sofoco. O me ato las manos. O pienso.
Otra
vez. Van a venir. En enjambre van a venir. Es horroroso. El aire se violenta,
golpea las ventanas, me sacude.
Comer
fruta. Eso me va a salvar.
A ver.
Silencio.
Y había
silencio. Fue un momento, un momento bello, fresco. Una luna amarilla entraba
por la ventana. Una luna anaranjada, que en vez de ascender, caía a pedazos.
(Sin dudas, algo malo).
Arremetieron
otra vez. Fue peor. Yo ya no tenía fuerzas. Las esperaba, pero no tenía fuerzas
y no tenía con qué luchar y no sabía cómo hacerles frente.
Y ¿qué?
¡Cuando parecía que ya no había salvación, miré mi brazo flaco y de refilón:
algo negro sobresalía! Una pequeña puerta. Con un pequeño picaporte.
Una
pequeña puerta en mí.
La
abrí.
Fue
irresistible.
Se
metieron dentro una atrás de otra, como si fueran succionadas por una fuerza
extraña.
Yo sólo
sentí cosquillas.
Cerré
la puerta.
Vendé
mi brazo.
Abrí
las ventanas.
Afuera
la noche estaba oscurísima, un poco más que mis ojos ajados.
Terminé
mi té de manzanilla y me puse a esperar
a que el cuerpo me implosionara.
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